penumbra
como en la penumbra el polen
como en el aire el eco
como en el mar el velero
tú me surcas
me germinas
me pueblas
me adivinas
y en tu boca de miel bebo
la hoguera de mi deseo
y el frío de mi ceniza
Acuario en Capri, de Ramón Hernández. Ed. Vitruvio, número 299 de la Colección Baños del Carmen.
Mi padre
Mi padre estaba ahí,
sentado en el sillón, con sus noventa años.
Miraba sin mirar
con los ojos clavados en el suelo,
sintiendo por los hombros el peso de la pena.
Quietas las manos, el sol de la ventana
le marcaba rayada la luz de la persiana.
Se hizo todo memoria de silencio y esfinge.
Se nos hizo aún más noble, más fino, más entero,
como un bramante, lo mismo que un cristal,
casi como un suspiro: débil y fuerte.
Y frente a la derrota quiso recomponerse.
(¿Cuánto pudo costarte, padre, lograr esa entereza?)
Y aguantó horas y horas velatorio y entierro
y millares de abrazos y frases sin sentido.
Y mantuvo la pena recio como una encina
y condenó a las lágrimas sólo para la noche
cuando la casa entera nadaba en soledades.
Así vivió diez meses.
Con la misma entereza,
cuajado de recuerdos, la mente clara y firme,
una tarde de marzo pidió un vaso de agua
y remató el camino sin una sola queja.
La hermana muerta, de Santiago Castelo. Ed. Vitruvio, número 263 de la Col. Baños del Carmen. 2ª ed.
Desdoblamiento en la peluquería
En la peluquería
el espejo parece
un extraño cuadro
de un inquisidor
con briznas de nieve
cayendo sobre su negro hábito.
Sonrío y el espejo me devuelve
una sonrisa forzada,
ese tétrico personaje
se toma su papel demasiado en serio,
pero ¿cuál es ese papel?
¡Dios mío! ¡Ese papel soy yo!
¿Y el que escribe estas líneas?
¿El que ya no podrá declarar su amor,
sin sentirse cursi?
¿El que ya no podrá exponer sus ideas,
sin sentirse ajeno?
¿El que ya no podrá convocar sus ilusiones,
sin sentirse ridículo?
Escritos de la zona oscura, de José Elgarresta. Ediciones Vitruvio. Plaza Mayor, número 4
Si muero joven
Si muero joven, si me falta el tiempo
necesario… pero ¿quién no muere
antes de lo previsto? Si me pierdo
en el camino, si no hay camino
para perderse… pero ¿quién se vuelve
a estas horas a casa? Si no hay casa…
pero ¿quién no se ha vuelto hacia el pasado
alguna vez? Si el pie se ha hundido y no
es en la tierra… pero ¿quién camina
por esta tierra? Si me muero joven,
si se me cae la vida de las manos…
pero ¿quién no ha muerto
joven a manos de su propia sombra?,
¿quién no ha esculpido un sueño
sin encontrar la piedra en que esculpirlo?
Salir ileso, de Raúl Nieto de la Torre. Ediciones Vitruvio.
Ana Frank no puede ver la luna
Hoy, Ana Frank cumpliría ochenta años,
¿cómo será ese sueño hondo
de cumplir y cumplir
ochenta años?
quién puede bajarse
del tren de la vida y mirar caminos
ochenta años
ochenta, ahora tendidos
en el árbol viejo de la muerte,
ochenta años
yo miraré por ti los fresnos,
apagaré las velas,
celebraré la luna,
besaré a mi mujer,
este es mi regalo:
felicidades.
Ana Frank no puede ver la luna, de Pablo Méndez. Ed. Vitruvio, número 288 de la Colección Baños del Carmen. Premio de la Critica madrileña, 2010
Que lo disfrutéis.