Presentación de Cuestión de suerte, de Julián Borao

en la trémula
estancia,
aquí,
en la permanencia
de la sombra
que se escucha a sí
misma
cuando todo se
calla.
La ciudad se
detiene
mientras la última
lluvia
se reposa
y el desliz de la
noche la ambiciona.
Un lugar sobre
aquello
que devuelve a la
imagen su secreto.

de la voz que se
ausenta de las cosas,
fugaz y estremecido,
donde se abraza el
pulso
del tacto y de la
grieta,
del dolor y el
aliento que acontece al olvido.
Un temblor, una
pausa,
una medida amarga
que vigila
de su tesón la
causa
como si fuera el
rito
de mitigar los
duelos
que un fantasma
invisible prodigara.

pongamos que no hay
ruido
ni más gestos que
hieran,
tan sólo aquél que
incumbe a la armonía
cuando prima el
susurro
de estas horas.
Porque nada es
forzado
pues nada es
permanente,
no me fuerza a
quedarme nada aquí,
estos instantes
tientan,
me inclinan a su
paz
mas no me obligan.

de un estar
pasajero,
la lentitud
benéfica
que en su velar se
sueña
sin premura,
la quietud, la
penumbra,
el anhelo de ser en
lo intangible
mientras todo es
pasar,
deslizarse en el
roce
de lo que no
sucede,
mudarse en lo
invisible de la estancia
que existe en un
espacio mudo y subjetivo,
dejarse respirar
en el vacío libre
de estos muros;
incluso adivinar
tras los cristales
la lentitud del
aire y sus paisajes,
la mudanza del
tiempo
que se duerme a
este lado
y se abandona
como si nada fuera
a continuar después.

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