Destierro de luz
Descansa, siéntate sobre esa roca
pues ella alberga la luz última del día.
Llevas los ojos manchados de tristeza
y un silencio que muestra
la sombra de un espíritu quebrado.
Ahora, el mar bordea tus tobillos
como una lengua áspera
que hace madurar tu carne;
la sal escuece, pero su bocado
es un beso que sana.
Ya sabes:
el cielo empieza a descolgar cenizas,
la noche es un futuro próximo,
tan cercano como el abrazo
que el día otorga en su partida.
Este último polen, esta sed
de sol licuado hasta agotarse,
apura el vértigo de ser luz
tras la primera ola que ha de perecer
sin el níveo tono de su espuma.
Guarda el llanto para otros ojos,
la noche no es más que el reposo
de todo pálpito. Al alba,
el parto de las aves rociadas de sol,
su nitidez y asombro
ante el flujo nacido de la vida,
no dejará malgastar tus lágrimas.
del libro, Contemplación, Rubén Martín Díaz. Ediciones Vitruvio. Número 182 de la Colección Baños del Carmen.
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