Me falta el día de la sonrisa, los hallazgos
y el encuentro conmigo.
Los demás están ahí, iguales y distintos.
Cortos e inabarcables como la vida misma.
Largos y sin sentido.
Somos eternos hasta el día de no ser,
eternos en el minuto que no pasa,
en la paz deseada que no llega.
La eternidad está en la voz,
en la mirada,
en el inmenso cansancio del vacío.
Somos eternos, con un hueco:
falta un día.
Derrochamos la vida en la rutina
y luego, falta un día.
Es el día del amor, del apretón de manos,
de comprenderlo todo en un instante.
Pero es inútil, llegaremos tarde
al encuentro del día.
Al cometer el delito de nacer
un Tribunal Supremo dictamina:
condenado a equis años de vida,
sin un día.
Y, resignados, cumplimos la condena.
El día es gris y frío.
Hay un árbol en algún sitio.
Y un hombre acongojado.
Y un hombre sonriente.
Dicen que es Año Nuevo.
Lo dicen como tregua.
Se habla de muchas cosas.
Se habla siempre y de todo
y yo no siento nada.
Solo pido una cosa: que me absorba el silencio,
que alguien me hable sin palabras,
me comprenda y me olvide
y así, en el olvido, me respete.
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