Por una elevada senda
Si yo supiera decir
cuanto, sin palabras, dice
mi corazón a las cosas,
al mar y al viento, a la lumbre
de los íntimos sentidos
que me escuchan y responden
como la piedra a la piedra
y el agua al agua, o la luz
al puro ensimismamiento,
mis labios pronunciarían
los secretos y vislumbres
que el alma guarda en la sombra
desde el principio del tiempo
y que tan sólo conocen
la flor, el pájaro, el alba,
esos instantes ocultos
como dones misteriosos
en los que se transfigura
el anhelo en realidad,
la claridad en pureza.
Entonces, la clara bruma
del presagio estallaría
como una revelación
en la estancia donde habita
mi ser esperando ser
inmensidad, transparencia.
Y con los ojos cerrados
abiertos hacia la luz,
contemplaría los fuegos
y los glaciares que agitan
el espíritu y lo elevan
allí donde la pluma se detiene.
Devastaciones, sueños, de Antonio Gracia. Ed. Vitruvio. Número 270 de la Colección Baños del Carmen.
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