Dicen que hay que comprar cosas.
Cuando paso por los escaparates
noto la ansiedad de los rótulos
y hasta presiento la mano temblorosa
que escribió esas cifras fluorescentes
–como última voluntad–
con caligrafía de náufrago
que no quiere morir solo.
Comprando se calmará la bestia.
Antes bastaba un violín
o como mucho dos
(véase el concierto en re menor de Bach.)
Uno camina y otro es su sombra.
Dos sonidos de viaje:
la cabeza y el estómago
o A del brazo de B
o tú y esa chica
que conociste hace catorce años
y que sigue contigo
a pesar de tu tendencia
a los tonos menores.
Me da que este año
los adornos de Navidad
esconden cuchillos dentro.
Las bolas plateadas de los árboles
llevan neutrones corriendo
con la lengua fuera:
son los doberman guardianes
del juego que inventamos;
lo malo es que ahora
no se conforman con medias sangres
y lo quieren todo,
hasta la musculatura derrumbada
de mis deseos
y la carátula del disco
en la que me escondo
junto a ese alemán con peluca
que tampoco quiere comprar nada.
Antes bastaba un violín
o como mucho dos
(véase el concierto en re menor de Bach.)
Uno camina y otro es su sombra.
Dos sonidos de viaje:
la cabeza y el estómago
o A del brazo de B
o tú y esa chica
que conociste hace catorce años
y que sigue contigo
a pesar de tu tendencia
a los tonos menores.
los adornos de Navidad
esconden cuchillos dentro.
Las bolas plateadas de los árboles
llevan neutrones corriendo
con la lengua fuera:
son los doberman guardianes
del juego que inventamos;
lo malo es que ahora
no se conforman con medias sangres
y lo quieren todo,
hasta la musculatura derrumbada
de mis deseos
y la carátula del disco
en la que me escondo
junto a ese alemán con peluca
que tampoco quiere comprar nada.
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