El próximo miércoles 9 de junio se presentará Cadena perpetua, de Pablo Méndez, que será presentado por Cova Sánchez-Talón, el acto se hará en la sede de Ediciones Vitruvio, Calle Menorca, nº 44
a las 19: 00 horas y podrá verse en directo en www.nuevoateneoonline.com
La madre
cuando sonó el teléfono
yo ya sabía que ocurría
algo,
deberían ser las cuatro de
la mañana,
sin embargo ella, la madre,
dormía
de felicidad, llena de
trágica ignorancia,
nuestro hijo de dieciséis
años
había sufrido un accidente
de moto
y su cuerpo esperaba
nuestra
aprobación en el depósito
de cadáveres,
¿cómo despiertas a una
madre
para decirle esto? ¿Cómo lo
escribes?
lo cierto es que fuimos en
taxi
y ni siquiera podíamos
llorar,
al verlo allí tumbado,
sereno,
blanco y turbio como la
nostalgia,
con ese rostro que tienen
todos los muertos, todos
los que están ya en ese
hueco
inanimado y sombrío:
pensé que la vida estaba
a punto de pararse,
que serían estatuas el
resto
de la humanidad y nosotros
dos los únicos
supervivientes
corriendo y corriendo
para esquivar el dolor,
volvimos a casa para
prepararlo todo.
Pero la madre se tumbó en
la cama
y yo fui a la cocina con
ganas
de vomitar, al volver al
dormitorio
me senté en la cama y
entones lo vi,
fui yo: la puerta del
cuarto del niño
no estaba como cuando la
dejamos,
estaba casi cerrada, casi
cerrada,
me levanté y caminé hacia
su habitación,
mi hijo había tirado sus
ropas al suelo
y dormía placidamente en su
cama
de siempre, sin saber muy
bien
mis razones, bajé al garaje
y vi la moto
sin muestras del choque,
con aquellas
pegatinas de conciertos y
música,
al entrar otra vez en el
dormitorio llamé
a la madre y le dije que me
acompañara,
ella también notó que
pasaba algo,
cogidos de la mano fuimos a
verle dormir,
allí estaba, tan sereno y
hermoso
como dos horas antes, pero
con la vida
ardiendo en sus ojos
cerrados,
en su respirar soñoliento y
dulce:
y aquí empezó todo,
apenas me dejó sacar el
tema,
me dijo: está vivo, está vivo
y lo demás no importa,
para mí nada importa
salvo esto: está vivo.
y se pasaba las noches
viéndole dormir,
le llevaba al colegio,
le prohibía ir en moto,
ver a sus amigos,
le espiaba y lloraba
cuando por extrañas razones
tardaba uno o diez minutos
más de lo previsto,
hasta cogió la vieja
bicicleta
para seguirle en verano,
siempre detrás
como una sombra turbia
y enloquecida, un dolor
pleno que no sabe
a qué ciencia pertenece,
una soledad que tenía
manos y dedos
y aullaba como un lobo
entre las piernas,
meses estuvimos así,
viviendo como en otro
mundo,
salidos de la esfera,
negando
y sin negar nada,
obedeciendo
a leyes imposibles, turbias
malvadas de quién sabe
la muerte en un juguete
o un papel eterno y
equivocado
pero se dio cuenta, al fin
la madre se dio cuenta,
lo vio un día salir con la
moto
un día de verano de esos
que tienen
el cielo pálido de tan
azul,
y le dijo: ¿ya no volveré a
verte,
verdad?
volver sin él en el coche y
aparcar
donde siempre dejaba la
moto
fue el horror más grande de
mi vida,
pero podemos vivir, vamos
al cine
e invitamos a los amigos
para cenar, hablar de la
economía
y leer poemas, ellos no
hablan
de sus hijos y tienen
siempre
un deje de ternura entre
los labios,
yo tampoco hablo con nadie
de todo aquello,
¿qué pasó? solo el amor de
la madre
puede cambiar el orden de
las cosas,
llevar fuera de sí los elementos,
traer
del mar cántaros, botellas
o palomas.
Al
final, eso sí, el círculo se cierra.
Cadena perpetua, de Pablo
Méndez. Ediciones Vitruvio, número 847 de la colección Baños del Carmen.
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