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contigo he conocido los colores del mundo
he visto cada una de las huellas divinas
que tus Manos han puesto sobre mí sobre el tibio
vaivén que con mis labios ha despertado a todos
— al abrirse mis ojos y mirar tu Mirada
la nieve se ha manchado con la sangre y la pura
sustancia de tu Herida — cada gota de sangre
que en mi vientre está quieta puntúa como besos
el camino hacia el cielo — a él me consagraba
si tu Voz era cierta a él con mis palabras
de lágrimas oía hasta con mis silencios
los idiomas y cantos de las aves tus Ojos
se abrían con los míos y mis manos se iban
derritiendo en caricia — cada color o iris
era amapola flor nacida en el silvestre
conjunto de tu Cuerpo — a él me consagraba
en el beso impreciso de bálsamo pupila
dilatándose en vientre que recorría ahora
huella a huella contigo Amor adolescente
yo también como nubes humedeciendo el pecho
adornando el suspiro acompasado y limpio
que emitían tus Labios — en cada primavera
se escondía la vida nacía como niños
o cachorros gritaba como tormenta o música
como amor que conozco reconozco y conservo
en mi carne tu Carne de cuerpo que se abrasa
enjugando las lágrimas el rocío la lluvia
pétalos o sencillas palabras oraciones
para que no te fueras para que tu Silencio
atravesara el pecho como respiración
inesperada como si cada rosa o pómulo
besado fuera un tibio dulzor fuese un abrazo
que la vida te otorga como cuerpo de amor
como caricia dada sobre un lecho de arena
como la huella exacta que el beso reproduce
para saber que es cierto tanto oleaje y tanto
pálpito de las aguas porque el silencio exige
el transcurso del sol cada mañana
como si cada rosa fuera el cálido abrazo
que la vida te otorga para siempre —
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Jesús en el desierto, de Jesús Ayet. Ediciones Vitruvio. Formato Grande.
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