¿Quién es capaz de despertar las sombras
de su propio crepúsculo secreto?
¿Quién es capaz de hundir las manos hasta
el corazón de su silencio?
¿Quién es capaz de revelar su turbio
amor con la tiniebla cuerpo a cuerpo;
hacer frente a las voces que nos retan
desde el fondo del miedo;
enfrentarse ante el dios inexorable
y reclamarle su misterio
y gritar a la sima de su vientre
las sílabas del eco
y escuchar las palabras juzgadoras
del coro del estruendo;
abrir los ojos a la luz terrible
que se esconde en lo negro?
¿Quién es capaz de abandonar su máscara
y mostrar el desnudo rostro ciego?
Algo se te cayó, cuando eras niño,
dentro del viejo pozo.
Te asomaste al brocal. Nada veías
sino los culantrillos y la cuerda
que iba a hundirse en lo negro
del abismo redondo,
sino la boca abierta del dragón, de la sierpe
rumorosa del agua agazapada
en la caverna vertical
que horadaba la tierra,
con las voces del eco,
hasta el negro infinito.
Quizá tu cuerpo vaciló. Caíste
pozo abajo en silencio para hundirte
interminablemente hacia lo oscuro.
Algo se te cayó, cuando eras niño,
y aún te espera en la hondura.
No en vano tantas veces con inquietud te asomas
y miras largamente sin recordar. Un día
descenderás, seguro, a recobrarlo.
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